El lado oculto del modelaje webcam: control y explotación

El glamour de luces, lencería y dólares rápidos es solo una cara de la moneda. La otra salió a flote en septiembre gracias a un estudio de la Universidad de Ámsterdam, que investigó cómo funcionan realmente las plataformas y estudios webcam.

Lo que encontraron no es novedad para quienes trabajan dentro, pero sí debería serlo para el público: contratos poco claros, comisiones abusivas, pagos retenidos y una sensación constante de estar atrapado en un sistema que promete libertad mientras ejerce control absoluto.

El informe habla de un desequilibrio de poder brutal: las modelos son las que ponen el cuerpo y el carisma, pero el dinero y las reglas las dictan otros. Plataformas que pueden banear cuentas sin explicación, estudios que se quedan con la mitad de las ganancias, algoritmos que deciden quién es visible y quién queda relegado al olvido.

En resumen: el show que parece espontáneo y personal está sostenido por una maquinaria corporativa que exprime el deseo, industrializa la intimidad y convierte la sensualidad en planillas de Excel. El público aplaude; la modelo sonríe. Pero tras la cámara, la pregunta queda: ¿quién tiene realmente el control?